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¿Qué tiene para decirle a un lector contemporáneo una novela corta aparecida en 1877?
A primera vista todo indicaría que no mucho, es otra época, otros problemas, y si a eso le
sumamos que la acción de la novela sucede en Francia los puntos en común con un lector
colombiano parecen aún más lejanos. Sin embargo, esa supuesta distancia es solo una
impresión. La dura vida de la criada Felicité, la protagonista de Un corazón sencillo, tiene
mucho para decirnos y cuestionarnos.
Gustav Flaubert, su autor, saltó a la fama en 1857 cuando fue publicada su conocida obra
Madame Bovary. En ella Flaubert realizó varias cosas inusuales para ese momento, en
primer lugar, la protagonista era una mujer y, por si fuera poco, una que se aburría
profundamente en su matrimonio- prácticamente único destino digno al que podía aspirar en
ese momento- y buscaba maneras de evadir la monotonía cotidiana que la asfixiaba. La
obra fue tildada de indecente y amoral por exponer sin tapujos el tema del adulterio y criticar
la superficialidad e hipocresía de la burguesía. A madame Bovary la acompañaba su criada,
Felicité, nombre que Flaubert retomó para nombrar a la protagonista de Un corazón  sencillo,
quien con dedicación y entrega trabaja para una viuda con dificultades para mantener sus
finanzas tras la muerte de su marido.
La vida de Felicité, que al inicio del relato tiene cincuenta años, no ha sido fácil ni sencilla. A
medida que avanza la historia iremos conociendo su pasado y las diversas vicisitudes y
dificultades que ha atravesado. Abandono, maltratos, traición, desamor, la lista es larga
pero Felicité no ha dejado que la amargura o la desesperanza la embarguen. Al contrario,
posee una enorme capacidad de dar amor y de pensar en el bienestar de los demás. Por
ejemplo, a Paul y Virginie, los hijos de la viuda, los quiere con devoción.
Felicité, además, a pesar de las penurias mantiene siempre el optimismo y la capacidad de
apreciar lo hermoso. A través de ella y de las interacciones que tiene con los otros
personajes Flaubert realiza un minucioso retrato de la época en la que viven.
Felicité no juzga, no se rebela, pero su historia enfrenta al lector a diversas problemáticas.
Ahí están el papel de la religión, la fractura social y sus consecuencias, la omnipresencia de
la enfermedad y la muerte, entre otros temas que aparecen a medida que se desarrolla la
historia. A los que se suman las injusticias a las que está sometida Felicité por el simple
hecho de haber nacido en una cuna humilde. Justamente ese origen le ha impedido acceder
a cualquier tipo de formación o estudios. Si madame Bovary podía distraerse en la lectura e
imaginarse una vida distinta, Felicité no tiene vías de escape. Un colorido loro que llegará a
su vida y se convertirá en un símbolo de muchas cosas, de su sobrino partido a tierras
lejanas, de la felicidad esquiva y lejana e incluso del espíritu santo se convertirá en su
compañía más preciada. Quién más si no ella para cuidar en ese paraje normando a un
animal colorido, exótico y único en su especie (de alguna manera un reflejo de la propio
Felicité).
Esta no es, entonces, una historia de aventuras y acción desenfrenada sino el retrato, como
lo dice el título, de un corazón simple. Es decir, de alguien que debido a sus circunstancias no tuvo mayores opciones y oportunidades pero que supo afrontar la vida y sus pruebas con
resiliencia y sabiduría. El corazón de Felicité es simple porque ha logrado mantenerse
intacto, limpio y dispuesto siempre a dar amor, sin complicarse, oscurecerse o llenarse de
rencor a pesar de las dolorosas pérdidas y pruebas que ha debido afrontar. Su manera un
tanto ingenua y sencilla de ver la vida le permite superar los obstáculos, ayudar a otros y
lograr, aunque sea solo por un instante, resquebrajar las barreras que la separan de la
viuda, la señora Aubain, con quien comparte dolores y abandonos.
El nombre Felicité viene del latín y su significado es la afortunada, la que tiene suerte. ¿Es
el caso de nuestra protagonista? se podría pensar inicialmente que no debido a las
privaciones y penurias que padecerá pero Flaubert, al seguirla a través de los años, nos
mostrará que su fortuna precisamente está en esa capacidad ilimitada de dar amor y pensar
en otros. Sin duda por esas cualidades es que a nosotros los lectores nos duele la soledad
que puede experimentar Felicité y la manera despectiva como es tratada en diversas
ocasiones. Su destino, finalmente, nos hace pensar en el de tantas personas que están ahí,
sin recibir ningún reconocimiento, cobijando a quienes las rodean con su fortaleza y amor
incondicional.

Reseña publicada originalmente para Fundalectura (agosto 2021)

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?