El último #Cinetflix lo dedicamos a documentales sobre mujeres, mi recomendación fue uno duro, impactante y necesario que fue añadido recientemente a Netflix: For Sama.
Con su inclusión, además, son ya tres los documentales que estuvieron nominados al Oscar que pueden ver en esta plataforma (los otros son: American Factory y The Edge of democracy).
Waad Al-Kateab, la directora, es una joven llena de ideas y esperanzas cuando empieza a grabar con su celular las manifestaciones contra el régimen de Bashar al-Ásad en Alepo. Ella hace poco ha dejado la casa de sus padres y ve con esperanza el levantamiento de su pueblo. Del celular pasará a la cámara, siempre en su afán de registrarlo todo, dejar testimonio de lo que sucede en su ciudad, eso que nadie parece estar cubriendo ni contándole al mundo.
Durante cinco años grabará sin interrupción desde la calle y después más centrada en el hospital donde su esposo y quienes lo rodean luchan por salvar vidas mientras la muerte parece avanzar y tomarlo todo. Sin duda ahí, en ese retrato de la cotidianidad y sus múltiples facetas durante una guerra, está lo más impactante y demoledor de este documental, veremos el horror, claro, tangible y visible pero también cómo la vida se abre paso aún en los momentos difíciles, las risas que surgen después de un bombardeo, los amigos y los lazos fraternales que se forman en medio del dolor.
No puedo ni imaginar el inmenso trabajo de edición que debió ser organizar las numerosas horas de grabación, al parecer el primer corte que realizó la directora junto a Edward Watss era tan duro que decidieron volver a empezar.
La versión que vemos está construida como un intento de la directora por explicarle a Sama, su hija nacida en medio del conflicto, las decisiones de sus padres, sus valores y creencias, los mismos que los impulsaron a quedarse en Alepo a pesar de que la situación empeora cada vez más. El título ya lo dice, es un relato para Sama que termina por serlo para todos los que deseen comprender cómo viven los civiles una guerra porque son ellos, finalmente, los grandes protagonistas, mujeres, niños, hombres desesperados que son registrados por la cámara de Waad Al-Kateab. ¡Cuánto dolor, cuánto sufrimiento!
Pero no todo es oscuro, For Sama tiene también la facultad de mostrarnos luz en medio del horror, de recordamos los gestos de humanidad, la capacidad de entrega y solidaridad del ser humano y su increíble capacidad de resiliencia.
Imposible quedar indemne tras ver este documental. Son muchas las preguntas y los cuestionamientos que abre, sobre todo, claro ¿a dónde miran los ojos del mundo cuando atrocidades así están pasando?
Nació a la hora del almuerzo y eso marcó su gusto por la comida.
Su primer gato fue copo de nieve quien protagonizó historias llenas acción y aventuras junto a Jimmy el patinador y otros personajes creados por su padre para entretenerla.
Siguió la tradición familiar, aprendió francés, el método cartesiano y a quejarse por todo (aunque eso ya le aburra). La salvó que esa no era la única tradición a seguir y que las historias escritas (propias y ajenas) siempre ocuparon un espacio fundamental en su vida.
Descubrió que existía la carrera de literatura unos meses antes de salir del colegio y se salvó de estudiar algo útil.
Mientras estuvo en la universidad no abandonó el teatro, otra de sus pasiones.
Se graduó como profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana. Casi sin pensarlo cursó la Especialización en gerencia y gestión cultural de la Universidad del Rosario, quizás con la ilusión de volverse productiva.
Desde 1998 se topó con la docencia y ya nunca volvió a abandonar ese camino que combinó durante un buen tiempo con todo tipo de trabajos: productora de Mapa Teatro, productora del programa de televisión Libro abierto, correctora de estilo, etc.
Dejó todo para irse a recorrer Estados Unidos a ver si era cierto que tocaba odiar ese país. No solo descubrió que no, tras meses de carretera y hermosísimos parques naturales, sino que además terminó teniendo una hija gringa.
Obtuvo la Beca Mutis en el 2001, así que abandonó Estados Unidos, para realizar una maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana de México. Allí descubrió las delicias del picante y el inmenso corazón de los mexicanos. Y para que no quedaran dudas del lazo con ese país se devolvió a Bogotá con una segunda hija mexicana.
Desde su regreso está dedicada por completo a la enseñanza, al cine, a la escritura, a sus dos hijas, a viajar y a un sin fin de quehaceres domésticos y cotidianos que muchas veces le impiden hacer todas las cosas que desearía. Sin embargo, su felicidad radica en saber, precisamente, que quedan miles de cosas por ver, leer, escribir y conocer.