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El último #Cinetflix se lo dedicamos a películas hispanoamericanas, cuando cada uno escogió la suya descubrimos que tenían en común reflexionar sobre lo que significa la pérdida de libertad (se nos cuela el tema por todas partes, supongo). Mi recomendada fue La noche de 12 años.


La película, basada en el libro Memorias del calabozo escrito por Mauricio Rosencof, el ruso, y Eleuterio Fernández, el ñato, narra la larga experiencia en cautiverio que tuvieron los autores tras ser apresados por pertenecer a la guerrilla de los Tupamaros. Son interpretados, de manera impecable, por el Chino Darín y Alfonso Tort, respectivamente.
El tercer apresado fue Pepe Mújica, muy bien representado por Antonio de la Torre, quien padece, junto a sus compañeros, unas terribles e inhumanas condiciones de encierro durante, como lo adelanta el título, 12 largos años.


Álvaro Brechner, el director, escogió no centrarse en lo político sino en la deshumanización del encierro y los mecanismos que desarrollaron los cautivos para soportarlo. Esto, claro, no deja de lado el contexto de la época y crítica, sobre todo, una violencia estatal ejercida sin límite alguno.


La manera cómo se narra la historia, introduciéndonos en la dureza de los calabozos y los absurdos castigos que les aplican a los cautivos la convierte en una oda a la resiliencia del ser humano que puede encontrar fuerzas y esperanza en los lugares más inesperados incluso cuando todo parece estar en su contra.
Los actores hacen creíbles las inclemencias que padecen transformándose físicamente ante nuestros ojos mientras la cuidadosa fotografía y las decisiones narrativas hacen que sintamos yo diría que de manera casi sensorial lo que padecen.

Los recuerdos, los flashbacks que reconstruyen los momentos en que fueron detenidos, y, sobre todo, la introducción de ciertos momentos oníricos que muestran que la mente, el espíritu, siempre pueden liberarse del encierro más profundo, nos permiten como espectadores tomar aire, salir un poco de los calabazos agobiantes. En algunos momentos incluso se introduce el humor, hay situaciones tan absurdas que pueden hacer aparecer la risa, como cuando nos muestran la absurda jerarquía y burocracias internas que padecen los militares para tomar cualquier decisión.


Esos instantes, como los anteriores, son respiros en medio de escenas duras, sí, pero también muchas veces cargadas de belleza en donde, continuamente nos damos cuenta de que lo que más se añora en momentos así son las cosas más simples, sencillas y cercanas.
La comunicación con los otros, sin duda, es un elemento esencial. No extraña que una de las más terribles torturas sea condenarlos el silencio, las palabras, expresarse, los libros, la poesía son poderosas herramientas de resistencia.


Sé que algunos puede asustarlos el tema pero es una película que, aunque dura tiene también un lado luminoso y, como dije, esperanzador. Un llamado a buscar en nosotros mismos lo que nos hace humanos y nuestras fuentes internas de poder y tranquilidad.
PD: Ojo a la preciosa interpretación de The sounds of silence hecha por Silvia Pérez Cruz, quien también canta Plumita, un poema de Rosencof, en los créditos.

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?