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En las primeras décadas del siglo pasado, un marqués belga se aventuró por América Latina en busca de diversas tribus indígenas. Durante años realizó grabaciones en las que buscó retratar la cotidianidad de las comunidades que visitó. Por increíble que parezca, este interesante y único trabajo cayó en el olvido y ha sido rescatado, hace poco, gracias a los esfuerzos realizados por Grace Winter desde la cinemateca de Bruselas.

Tuve la oportunidad de reunirme con Winter para hablar sobre su trabajo y, sobre todo, sobre el marqués. Desde el 2002, ella, que estudió historia del arte y antropología, trabaja en la Cinemateca de Bruselas, en donde tiene como tarea mirar películas belgas realizadas antes de 1960 y luego describir y poner palabras claves para que estos documentos puedan ser utilizados fácilmente en búsquedas. Quizás esto no sea claro para cualquier lector, lo hay que  tener en cuenta es que a la cinemateca llegan personas con solicitudes supremamente específicas como, por ejemplo, imágenes de la gran plaza antes de 1930. Para encontrarlas fácilmente, la clasificación debe ser clara y precisa. Winter, entonces, como sus antecesores, ve con cuidado y señala con rigurosidad lo que encuentra en esas películas. Un día, tras tres años de hacerlo, se encontró con una película del marqués de Wavrin y notó que era completamente diferente a lo que veía habitualmente: “Inmediatamente me pregunto por él, ¿quién es este hombre que graba tan bien?, y  que tiene, además, una relación tan distinta a todo lo que he visto con los indígenas”. Recordemos que Winter tiene formación como antropóloga y eso la hace especialmente sensible a detalles que para otros hubieran pasado desapercibidos, en especial, precisamente, sobre la manera cómo el marqués retrata a los indígenas. Winter aprecia el genuino interés por conocer a los indígenas que hay en la película y el asombro por lo que quien graba ve, algo muy lejano a la mirada de menosprecio hacia todo lo indígena que reinaba en ese momento.

“Empiezo a buscar por internet sobre  él y descubro que no hay nada. Busco lo que había escrito y lo leo, me puse en contacto con su hijo  y gracias a él recibo muchos archivos. Él dona a la cinemateca 2000 fotos que tenía el papá. Ese fue el inicio entonces de un largo trabajo que ya lleva 10 años. El proyecto era hacer un DVD con las cuatro películas del marqués, editado por la cinemateca. Después pensamos que si ya íbamos a hacer esto sería importante presentar al marqués, contar quién había sido, y de ahí salió la idea de hacer este documental”.

No deja de llamar la atención que una vida tan extraordinaria como la del marqués de Wavrin haya caído en el olvido, sobre todo en su país de origen. Winter explica que en su época “él era una especie de gloria local, no sólo en Bélgica sino también en el mundo de los viajeros y los antropólogos. En 1938 él tenía un gran proyecto que tuvo que detenerse a causa de la guerra. Así que entre su última película del 37 y la siguiente pasaron nueve años, y en nueve años muchas cosas pueden olvidarse, sobre todo porque después de la guerra tuvo lugar la explosión del cine documental histórico en color y se perdió el interés por las películas en blanco y negro”. A esto toca sumarle algo que tendemos a olvidar en estas épocas en que accedemos fácilmente y de diversas maneras a las películas, muy distinto a lo que implicaba acceder a un material cinematográfico en el pasado. Proyectar una película significaba transportar los rollos necesarios para hacerlo y eso no era tan sencillo. Otro aspecto que pudo influir en ese olvido, es, como lo aclara Winter, que “Wavrin no era un teórico, escribió libros etnográficos pero no era un teórico, era sobre todo  alguien que describía lo que veía, las costumbres. Ahora la gente que trabaja sobre ciertas poblaciones conoce su trabajo, saben que escribió libros descriptivos. Por ejemplo, conozco a alguien que trabaja sobre una etnia en Venezuela y entonces se puso a leer todo lo que el marqués había escrito en 1940 para poder ver qué había cambiado de esa época a nuestros días. Así que su trabajo empieza a ser apreciado a pesar de no ser teórico sino descriptivo porque él fue testigo de costumbres y conceptos que no están presentes ahora, en ese sentido es una especie de historiador”.

Lo cierto es que Wavrin era un hombre muy curioso y con un gran estado físico, esto último fundamental para poder realizar los viajes que hizo en los cuales estaba solo la mayor parte del tiempo. “Incluso fue a visitar tribus de las que le advirtieron que le iban a cortar la cabeza para reducirla y aún así fue solo a visitarlas”.  Wavrin es la prueba viviente de que esa supuesta peligrosidad o violencia se debía sobre todo a reacciones de defensa frente a ataques recibidos. El marqués actuaba de una manera muy diferente, como lo señala Winter: “Él pedía permiso para estar con ellos, acompañarlos un rato y por eso conseguía grabar lo que podemos ver ahora. En las entrevistas siempre le preguntaban si no tenía miedo y él siempre decía que no, que además los que lo recibían  veían que él no era una amenaza, ¿qué iba a poder hacerles él, solo, en la mitad de todo el pueblo? Varias veces tuvo que contradecir esa idea de que los indígenas eran agresivos, siempre listos con lanzas para atacar a cualquiera. La realidad fue que las cosas malas que les ocurrieron a los blancos, empezando por los misioneros, ocurrieron porque ellos maltrataban a los indígenas. Precisamente, mi película la termino con una cita de un mamo que se dirige al marqués y le dice: tú eres mi hijo, el hecho de que te intereses por nosotros y la manera cómo construimos nuestros puentes hace que seas mi hijo”.

Si bien en América Latina algunos ya conocían el trabajo de Wavrin, por ejemplo en Paraguay, en donde Winter descubrió sorprendida que ya habían escrito sobre él antes de que ella hubiera redescubierto sus películas. Ahora, que ya cuenta con una entrada en Wikipedia  y con la aparición del documental, es un nombre que empieza a recuperar notoriedad: “En Bélgica están muy impresionados y orgullosos de encontrar un belga que no fuera colonialista. Nosotros tuvimos el Congo y eso ha dejado unas huellas y una carga muy pesada sobre nosotros. En el 2010 se conmemoraron 50 años de la independencia del Congo así que decidimos, a partir del 2004,  preparar un regalo especial para la ocasión y digitalizamos unas cien películas que los belgas grabaron en el Congo para entregárselas, porque ellos no tenían esas películas en versión digital. Yo hice el trabajo de selección, así que vi unas cuatrocientas películas y de verdad tuve vergüenza de lo que vi. De esas cuatrocientas hay unas diez en las que podemos ver cómo eran las costumbres y la vida de esa época, sin un discurso claro detrás, de resto son pura propaganda económica, industrial, etc. para justificar la colonización. No hay nada de eso en el trabajo del marqués, su trabajo es otra cosa, es realmente una bocanada de aire fresco.

Winter explica que el trabajo del marqués está siendo estudiado en Colombia, que ya son varios los que se interesan en conocerlo. Lo cierto es que no deja de ser impactante contemplar esas imágenes grabadas en lugares que se mantienen remotos y aislados, donde los pueblos indígenas continúan luchando por sus derechos y mantener su cultura. Entre las cosas increíbles que le han sucedido a Grace Winter desde que se aventuró a rescatar el trabajo del marqués está el hecho de que el fotógrafo y videasta indígena, Amado Villafaña Chaparro, quien también participó en el FICCI con su documental Naboba, reconoció a su padre en las grabaciones hechas por el marqués.  En la soleada Cartagena fue posible, de nuevo, este reencuentro entre un belga y un arhuaco, en el que el cine sigue siendo el componente esencial.

Publicada originalmente en la revista Cero en conducta N 6 abril-junio 2019

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?