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El cuerpo en que nací (2011) es un libro de la escritora mexicana Guadalupe Nettel, en el que la autora navega entre lo autobiográfico y la ficción.

nettel portada

La historia contada en primera persona inicia con nuestra protagonista, muy niña aún, marcada por un defecto físico: una mancha en un ojo que la obliga a usar un parche durante el día. A partir de esto la autora reflexiona sobre la diferencia (el sentirse diferente), sobre la manera cómo percibimos el mundo y los demás nos perciben. Quién haya leído El huésped (2006) de la misma autora verá de inmediato vasos comunicantes y la repetición de ciertos temas recurrentes: el cuerpo distinto, la relación con la visión y la manera en que gracias a esta nos relacionamos con nuestro entorno, el crecer y descubrir el mundo como parte de una experiencia dolorosa.

En esta novela en esencia seguimos la voz narrativa de la protagonista que nos describe cómo va creciendo y cómo su mundo se va transformando: la desaparición del padre, la partida inesperada de la madre, la posterior instalación en Francia sin conocer el idioma y la necesidad de acoplarse. Crecer de por sí no es fácil y no lo es para esta hija de padres herederos de la revolución del 68 que se debaten entre la libertad sexual y los valores tradicionales que les fueron transmitidos.

Es difícil no sustraerse a la voz narrativa, íntima y sensible que nos va describiendo el las sorpresas y desengaños que le deparará crecer mientras intenta conocerse a sí misma, descifrar a su familia y ubicarse entre dos culturas.

Sin embargo, por alguna extraña razón me dio la impresión de que Nettel quiso acabar la historia antes de tiempo, a partir de un punto el embrujo se pierde, todo va demasiado rápido y se acerca el final abrupto. Quizás no había otra manera de hacerlo sin llegar a épocas más presentes que no le interesa explorar a la escritora pero es difícil, o por lo menos lo fue en mi caso, no sentirse expulsado de esta confesión íntima con una cierta brutalidad. A esto se suma un recurso, a mi modo de ver, poco afortunado, la mención de una supuesta doctora del presente a quien la protagonista le cuenta su historia. Recurso del que hubiera podido privarse sin que la novela perdiera nada.

 Lo mejor: La historia de Ximena, la enigmática vecina, con la que inicia un insólito ritual: “Permanecer de pie, una frente a la otra (cada una desde su ventana) y así acompañarnos hasta que nos vencía el sueño. Corta historia, muy cinematográfica, de resolución brutal que se queda instalada en la mente del lector.

NETTEL

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?