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Cine

La cara oculta (2011) Andrés Baiz

By junio 20, 2011junio 20th, 2015No Comments

♥♥

¿Qué falla? Esa es, sin duda, la pregunta que, por lo menos yo, me hice al salir del cine porque algo no terminaba por encajar.

Empecemos por partes: falla, sin duda, el tráiler, que parece hecho por el peor enemigo del director colombiano. Ricardo Silva ya lo había anotado y tiene toda la razón. Los dichosos avances solo consiguen evaporar el misterio que plantea la película en su primera media hora.  Así que, por obra y gracia de estos,  termina uno ahí, sentado, esperando, pasivamente, que en algún momento expliquen lo que uno ya sabe.

lacaraoculta

Suprimamos el tráiler, supongamos que no lo vimos, aceptemos sin expectativas la historia de este director de orquesta que, al parecer, está sufriendo una pena de amor y acepta irse con la camarera coqueta que lo ha atendido esa noche.  Al releer la frase anterior encontrarán el problema, este director de orquesta parece estar sufriendo, es más, parece ser director de orquesta. No lo creemos. Poco o nada nos logra transmitir este personaje, poco o nada entendemos de sus motivaciones, de su interioridad (¿alguien entendió qué sentía, cuál era su problema o si tenía alguno?).  Está bien, quizás nada de eso importe, lo grave es que ni Clara Lago, ni Martina García, las actrices encargadas de encarnar a las mujeres que gravitan alrededor de este director apesadumbrado, y, en realidad, las verdaderas protagonistas de esta historia,  consiguen imprimirle la fuerza necesaria a sus personajes, como para que la trama despegue. Y, me temo, una casa misteriosa, una noche lluviosa  y alguna secuencia afortunada,  no son suficientes para sostener una película.

Tal vez funcionaría, y solo tal vez, si la  historia no terminara por ser una aproximación a la imposibilidad de confiar en el que se ama, a la incapacidad de creer en la palabra del hombre por el que se ha aceptado dejar una vida de seguridades y aventurarse a un país extraño. O si la película no quisiera abordar el miedo a la soledad,  a la necesidad perversa y casi infantil de probar el amor del otro, de someterlo a algún tipo de prueba.  O si no buscara acercarse a la capacidad, aterradora, que pueden tener las mujeres de cometer el acto más ruin y egoísta por no verse privadas de su objeto del deseo. En fin, si no hubiera tantas pretensiones, quizás, uno podría aceptar con mayor facilidad las actuaciones más bien superficiales, la manera, un tanto gratuita, como se enlazan ciertas situaciones, y la forma previsible y apresurada como se resuelven las cosas.

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?