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La caída

La historia probablemente nos suene familiar pero no por ello deja de ser conmovedora

Randy, una estrella de la lucha libre tuvo sus horas de gloria por allá en los ochenta.Salas llenas, un público que lo aclamó y lo llevó a la gloria, dinero, mujeres y, por supuesto y para completar el combo clásico: una vida lo suficientemente disipada y desordenada que lo llevó a perderlo todo.

Poco o nada quedan de esos días, está a punto de perder la casa rodante donde vive, no tiene familia a su alrededor y su fanáticada, aunque lo recuerda, ya no es lo que alguna vez fue.

De sus peleas que atraían la atención nacional ha pasado a pequeños combates locales. Sin embargo, es justamente allí, en el ring, frente a sus «colegas» y los ojos del público en donde aún es no sólo Randy sino The Ram.

Solo por eso sigue sometiendose a todos los rituales que le permiten mantener vivo a su personaje de la lucha: cámaras de bronceo, tinturas para el pelo, músculos grandes, etc.

El punto de ruptura es que Randy está al borde de perder todo esto, en esencia lo único que le queda, porque ha sufrido un ataque al corazón y los médicos le han dicho que si no desea morir sobre la lona más le vale que nunca vuelva a luchar.

La perspectiva de la muerte enfrenta a Randy a hacer un balance de su vida y a querer, de alguna manera, resarcir viejas faltas, intentar redimir una vida que lo ha llevado a la completa soledad y en la que probablemente lo espere una muerte sin que nadie esté allí para tomarle la mano.

De verdad que lo intenta…. Y Darren Aronofsky va a introducir para ello  unos planos donde lo seguimos en silencio, muchas veces desde atrás, como los espectadores indiscretos que somos, en su periplo cotidiano por buscar el amor, reencontrarse con la hija perdida y tener algún trabajo que le permita obtener el dinero que necesita para seguir viviendo.

Contemplamos sin conmiseraciones al ídolo caído y los esfuerzos por intentar encaminarse hacia una vida «normal» esa que tan bien le funciona a otros que tienen casas limpias, niños sonrientes y perros fieles.

Por eso, porque sabemos que es un esfuerzo casi iimposible el que hace Randy es que El luchador es una película conmovedora y humana. Mickey Rourke, que sabe bastante de tenerlo todo y perderlo, encarna con honestidad a este luchador caído en desgracia.

No diré más, solo que tal vez la película nos habla de la imposibilidad absoluta y total de ser otro. No hay maneras de enderezar caminos que se han construído con años y aunque no lo deseemos, probablemente nunca seremos lo que los otros esperen de nosotros ni podamos amarlos como se merecen. Hay vidas así, qué le vamos a hacer, como la de The Ram en la que el amor, esa fuerza que parece poderlo todo, no es suficiente para modificar un destino.

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?