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Laura y Jon Savage son dos hermanos que un día reciben una llamada que cambiará el curso de sus vidas: su padre, que vive con su novia desde hace 20 años, parece haber enloquecido.  A esta primera llamada se sucederá otra, la novia ha muerto y los hijos de ella desean que el viejo Lenny Savage abandone la casa. Es así como estos dos hermanos, interpretados de manera magistral por Laura Linney y Philip Seymour Hoffman (que si que nos tiene ya mal acostumbrados a sus excelentes actuaciones) deben  interrumpir sus vidas para ver qué hacen con este padre anciano con el que han tenido un escaso contacto en los últimos años.

No fue una infancia fácil la de los Savages, sin necesitar detalles o flash Backs el espectador puede reconstruir la difícil dinámica familiar instaurada en esta familia que fue abandonada prematuramente por la madre y quedó en manos de un padre complicado, adolorido y violento a ratos. Cada uno carga las heridas que esa convivencia le dejó. Wendy no ha conseguido tener una relación estable y se debate entre trabajos diversos o lograr reconocimiento por las obras de teatro parcialmente autobiográficas que escribe. Jon, por su parte, se ha convertido en doctor de filosofía y se ha especializado en el estudio de Brecht. Dedicado a sus estudios y a la enseñanza aparenta ser frío y evita emocionalidades que lo distraigan demasiado a pesar de ser, en esencia, un hombre extremadamente sensible.

Que el viejo padre aparezca de repente, solo, desamparado, medio enloquecido y agresivo va a hacerlos enfrentarse al pasado que llevan años cargando. Miedos, inseguridades,  mentiras afloran sin dificultad a lo largo de los días que pasan juntos asumiendo la decisión, nada fácil, de llevar al padre a un asilo para ancianos y de acompañarlo en su nueva situación.

Las respuestas a las preguntas no siempre están donde las buscamos o queremos encontrarlas, la joven directora, y también guionista, Tamara Jenkins, penetra de manera exitosa por los vericuetos de estos personajes mientras recorremos junto a ellos el ocaso doloroso de los ancianos que conviven en estos lugares a los que terminan confinados cuando es imposible mantenerlos en una casa.

Con humor y respeto, la directora narra las pequeñas obsesiones, las neurosis cotidianas de estos adultos que empezarán a saldar la deuda con lo que dejaron atrás y podrán encontrar nuevos caminos para seguir viviendo.

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Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?