Durante unos días seguimos la vida de cinco amigos Camilo, Mechas, Manu, Ana y Pipa por las calles de los barrios periféricos de Medellín.
No es posible clasificarlos en ninguno de los grupos que ampliamente se han explotado en otras realizaciones cinematográficas o televisivas: no son ni sicarios, ni ladrones, ni padecen violencia doméstica o condiciones de extrema pobreza, es más tanto Manu como Ana tienen la posibilidad de ir a estudiar a la universidad.
Lo que destaca en este grupo de amigos, el lazo que los une, es su manera de ver el mundo. Los cinco realizan diversos tipos de malabares en la calle para pasar el rato y ganar dinero (aunque algunos ni lo necesitan). Los cinco comparten una particular estética Punk adaptada a estos trópicos y a estos tiempos en la que conservan la ruptura con el orden y las reglas preestablecidas pero sustituyen la desesperanza total por las ganas de construir, para sí mismos, un mañana mejor.
No en vano Ana, la mona, se tatúa un Imagine en el cuello, un recordatorio de las alas que espera tener, de su deseo de amar y ser correspondida; mientras Manu lee fascinada el libro que ha sacado de la universidad en el cual se le incita a vivir el mañana, a soñar y crear la vida que desea para sí (tan distinta a la de su doblegada madre).
Los cinco son marginales, no se adaptan a lo que desean de ellos, no consiguen satisfacer a los adultos que, en su gran mayoría, juzgan severamente su ropa, su pelo, sus decisiones, sus gustos e intentan, con los medios que tienen, traerlos “por el buen camino” mientras estos muchachos se les escapan de las manos, vagan por las calles, fuman marihuana y sueñan con dejar todo atrás y partir hacia el sur en busca de aventuras.
Juan Sebastián Mesa, el joven director, empezó haciendo un corto y terminó realizando esta película fresca, llena de vida, en la que retrata en un blanco y negro que la hace atemporal y que nos ayuda a centrarnos solo en los protagonistas y sus historias, cómo transcurren esos días anteriores al anhelado viaje, los tropiezos del camino, el amor incipiente, los diálogos insustanciales, la vida en medio de una ciudad en donde la violencia palpita de diversas maneras y amenaza su frágil universo.
Sin duda, la fuerza de esta película está en el retrato exento de melodramas o moralejas, encarnado por unos increíbles actores naturales, escogidos tras un riguroso casting, que se prestaron a recrear un universo que conocen, viven y sienten, sin artificios o mayores pretensiones. La película se detiene en estas vidas anónimas, en estos nadie, que no se resignan a una vida preestablecida y marcada y que desde la inocencia y el desparpajo no siempre obtienen lo que quieren.
El espectador se convierte entonces en un testigo privilegiado, en un invitado a acompañar durante un tiempo la existencia de estos jóvenes que se parecen tanto a otros a los que seguramente ya ha visto en algún semáforo, en alguna calle de cualquier ciudad. pero en los que apenas se fijó.