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Por coincidencia  en días anteriores subí una reseña del libro Retrato de un caníbal de Sinar Alvarado cuyo relato tiene numerosas similitudes con el del sonado caso del asesino de Monserrate. Abandono estatal, medios que parecen estar haciendo su agosto de sangre, historias que más allá de enfrentarnos a una serie de terribles crímenes no dejan de ser un indicativo de muchas cosas que nos definen como sociedad:

El papel de los medios comunicación que no tardan en bautizar al hombre como el monstruo de Monserrate más en un afán mediático que por otra cosa. Es cierto que existe esta costumbre de poner apodos a asesinos (Jack el destripador, el carnicero de Milwaukee, etc.) quizás se explique como la necesidad de deshumanizar al asesino, de verlo como otra cosa, algo diferente, pero tal vez el problema de fondo es buscar alejarnos de ese ser distinto que tal vez no es otra cosa que un reflejo del mundo que hemos construido. Los titulares, en general, me han parecido morbosos, ni hablar de los noticieros de televisión que parecen regodearse en las imágenes de los levantamientos de cuerpos en medio de la espesura de Monserrate.Salud mental: Se insinúa que el asesino puede padecer alguna enfermedad mental ¿acaso hay alguna duda? ¿La manera como confesó los crímenes, su total falta de emociones no serían un indicativo mínimo de una grave sociopatía? En kienyke señalan que si se prueba que padece algún trastorno mental :” quedaría en libertad y pasaría unos cuantos años en un sanatorio clínico”. Y aquí es donde uno puede ver, como en el caso de Donceles en Venezuela, que al parecer no estamos preparados para lidiar con casos graves de salud mental sobre todo, claro está, si el enfermo y su parientes no tienen los medios económicos para proporcionarse cuidados especializados.

Pobreza: Encontrar los cadáveres se ha convertido en una labor titánica por la cantidad de desechos que hay en la zona mientras esto pasa se han entrevistado a diferentes personas que como el asesino viven en cambuches improvisados en el cerro. Pareciera que tuviera que ocurrir una tragedia de estas dimensiones para que limpien un costado de los cerros y para que nos interese lo que tienen que decir esos parias, esos abandonados. Se lee en El Espectador: “allí viven unas 100 personas entre ellas, familias desplazadas por el conflicto armado y personas desfavorecidas que se han establecido en las laderas de la montaña.” Y todo esto a 500 metros de la entrada del famoso santuario. ¿Cómo es posible este estado de abandono general?

Termino con los comentarios que escuché en una sala de espera mientras en la televisión se presentaban notas sobre el tema, por si solos sirven de radiografía de las fisuras sociales que estos crímenes ponen en evidencia: “Tocara ver si hay alguna muchacha bien entre los muertos”, decía uno como si solo así tristemente pudiera uno conmoverse de tan terribles hechos. “Mucha gente estará contenta con esto” comentó otro y ante las miradas de interrogación de quienes lo rodeábamos no tardó en decir “pues es que es limpieza social ¿no?”

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?