En 2010 Asif Kapadia, director inglés de origen indio, estrenó con gran éxito Senna un documental sobre el conocido y carismático piloto de Fórmula 1. Su gran acierto es, sin duda, que la reconstrucción del personaje se realiza a partir única y exclusivamente de entrevistas y grabaciones. Kapadia se esconde tras la edición y consigue, sin voces en off o entrevistados que se traguen la pantalla conmover al espectador (en mi caso hasta las lágrimas) sin que esta deba ser un aficionado a las carreras de carros o un particular admirador del piloto brasileño.
Solo un cineasta de esta talla podía salir indemne del reto de acercarse a la figura de Amy Winehouse. ¿Por qué era un riesgo tan grande? La explicación es sencilla, la cantante inglesa tuvo la mala fortuna de vivir en esta época de paparazzis desbordados y redes sociales en donde convertirse en un personaje público puede pagarse muy caro. No una sino numerosas veces mientras estuvo viva y aún más después de su muerte, se intentó diseccionarla, poner luz sobre sus lados oscuros y señalar, cuestionar, criticar o explicar su camino hacia la autodestrucción. ¿Qué decir de nuevo?
Tras ver Amy la sensación que queda es que no se había dicho nada de verdad, que todo había sido solo ruido, muchos chismes, muchos flashes disparados y comentarios, a veces incluso crueles, en los que se había diluido la mujer tras la potente voz. A partir de la utilización de los mismos recursos técnicos utilizados en Senna, Kapadia consigue organizar con maestría numerosas grabaciones, muchas de ellas caseras, mensajes de voz dejados a sus amigos, zooms al cuaderno sencillo, lleno de dibujitos en el que escribía sus canciones, retazos de entrevistas, tomas en conciertos, en fin, Amy, siempre Amy como protagonista e hilo conductor. La vemos contradictoria (¿quién no?), increíblemente talentosa, atrapada en numerosas ocasiones en sus miedos e inseguridades. En muchos momentos solo vemos su mirada y vaya si tiene cosas para decirnos.
No importa cuántas veces hayamos escuchado canciones (increíbles por cierto) como “Back to Black” o “Rehab” a medida que se desarrolla el documental estas reaparecen y toman nuevas dimensiones.
Amy deja al final un sentimiento de tristeza y desolación, como si solo hubiera bastado mirar distinto a esa joven cantante (que siempre pareció mayor de lo que era) y tenderle una mano para que el final hubiera sido distinto.Quizás, simplemente, nunca es fácil crecer, menos si tanta gente parece mirarte, aunque solo sea a una parte de ti, y muchos deseen tu caída en el proceso. Quizás todo está resumido en esta frase que Tony Bennett, el gran cantante de jazz, suelta hacia el final del documental “la vida te enseña cómo vivirla si vives lo suficiente”.