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Uno de los mejores libros que me leído en los últimos años es, sin duda. El hombre que amaba a los perros del cubano Leonardo Padura (que merece una reseña aparte).

A Padura lo descubrí tardíamente en una charla a la que asistí en el Hay Festival de Cartagena (es por cosas así que vale la pena ir a esa cita anual). Digo tardíamente porque hace años que Padura viene cautivando lectores con su detective Mario Conde. La charla, precisamente, era sobre literatura policiaca y a Padura lo hicieron compartir escena con Roberto Ampuero, escritor chileno, creador de Cayetano Brulé, detective cubano que protagoniza muchas de sus novelas. Tras escucharlos, leí El caso Neruda de Ampuero y me dio vértigo entrar a la intimidad del poeta y verlo revelarse como un ser egoísta y débil. A pesar del impacto que me causó esa historia para nada me pareció comparable a la calidad y complejidad  del libro de Padura (quien hubiera merecido una charla para el solo). El hombre que amaba a los perros es un masaz, un ejercicio de maestría narrativa en el que tres  historias paralelas, una minuciosa investigación histórica  se enlazan armoniosamente mientras se reflexiona de manera lúcida y desencantada sobre sucesos que marcaron el siglo XX y que continuán afectando la actualidad.

padura hombre que amaba

Pero eso es otro libro, uno que me convenció de seguir a este autor cubano imprescindible y que me trajo hasta Herejes.

En esta novela el protagonista es Mario Conde, a quien ya cincuentón, comodamente instalado en su sencilla rutina en la siempre calurosa Habana, le surge un nuevo caso por resolver. A pesar de que no he leído (hasta ahora) otras historias en las que Conde sea protagonista, Herejes basta para acercarse a este personaje descreído, solitario, buen amigo, curioso y decidido a resolver cualquier misterio que se le atraviese. En este caso se trata de la desaparición de un Rembrandt original que, al parece estuvo durante años oculto en Cuba y que ha reaparecido en el exterior para ser vendido.

Cómo un Rembrandt terminó en la Habana termina ligado a un episodio oscuro de la historia cuando un barco cargado de judíos,que huían de la la segunda guerra mundial y de la persecución que se iniciaba en su contra, no pudieron descender en tierra cubana, a pesar de tener permisos y de que varios de sus parientes estuvieran allí. Tampoco pudieron hacerlo en Estados Unidos, lugar a donde se dirigieron tras su fracaso, ni en Canadá, último puerto en donde lo intentaron, y terminaron regresando a Europa para encontrar la muerte en los campos de concentración de los que habían buscado huir. Semejante horror le sirve a Padura de punto de partida para enlazar esta historia en la que se reflexiona sobre la codicia y el desarraigo. Esto último es una idea que atraviesa el libro de diversas maneras, por ejemplo, uno de los personajes será un judío que deberá adaptarse a Cuba y, que después, por otras circunstancias, tendrá que abandonarla para radicarse en los Estados Unidos. Los dos casos le suponen al personaje perder un idioma y una cultura y construir una nueva identidad, múltiple, sí, pero también resquebrajada y compleja.

Herejes, en realidad, es tres novelas en una. Tres historias interconectadas por el tema de la herejía, cuya definición abre el libro, y que podríamos pensar hace referencia a personas que decidieron elegir antes que seguir un camino prestablecido por otros, que se negaron a cruzarse de brazos y dejar que la vida se les pasara sin tomar una posición.

De la Habana de 1939, a Amtersdam en 1643, a la Habana de 2007, Padura lleva al lector por un recorrido en el que no faltan las descripciones del clima, la comida, el ambiente que rodea a estos personajes que, de una u otra manera, desafían un entorno mientras se intenta esclarecer la suerte del cuadro y la misteriosa desaparición de una joven emo. Todo esto, sin excluir un sentido del humor ácido que se agradece y da frescura a la lectura.

Un libro para reflexionar sobre el orgullo, la envidia los deseos insatisfechos y, más que nada, sobre la libertad, la preciada libertad, que nos puede ser arrebatada de formas tan diversas, a veces más visible unas que otras, y por la que siempre, siempre, valdrá la pena luchar.

Altamente recomendado

padura

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?