Esta es mi respuesta a un artículo publicado en el portal Kien&Ke:
(este es el link al artículo en cuestión:http://www.kienyke.com/kien-escribe/la-sierra-el-documental-maldito/)
Me parece que el autor mezcla diversos temas lo que termina , por un lado, por quitarle peso a su argumentación, por el otro, atacando a personas que poco o nada tienen que ver con la situación que él denuncia.
Voy por partes. Al inicio de la reflexión Barrientos señala su tesis central: tras la proyección del documental La Sierra, poco o nada ha cambiado la situación de este barrio popular de Medellín, y, además, según el autor, el documental estigmatizó aún más a sus habitantes. Ya en el arranque Barrientos introduce adjetivos que indican hacia donde va, califica el interés por ver el documental como morbo. Según él, esa fue la motivación de muchos para verlo, además afirma que sólo impactó porque salió en televisión. Esta dos aseveraciones hubieran requerido, creo yo, más reflexión y análisis ya que generalizan, en una frase, la función que puede tener este tipo de trabajos.
Barrientos se despacha en el siguiente párrafo contra los productores del documental argumentando que la realización del mismo no le trajo beneficios materiales a los habitantes de la Sierra“ ni un peso, ni un paquete de pañales para Don Jairo.” Señala, también, que tras el documental no se ha hecho “una intervención estatal seria.” No entiendo que tiene qué ver una cosa con la otra. ¿De cuándo acá el periodista o comunicador que cubre un acontecimiento y lo hace visible tiene, además, el deber de intervenir en el suceso?; ¿por qué eso debe hacer parte de la labor de ellos y, a cuenta de qué, terminan en el mismo lugar que el Estado?; ¿no es la labor del periodista denunciar estos casos para que, precisamente, los responsables hagan algo al respecto?
A Barrientos parece molestarle que los dos periodistas que hicieron este trabajo, de manera individual, con dineros propios, durante más de un año y utilizando horas libres hayan ganado algún dinero (él se imagina, no sabemos la razón, que fue mucho), y que no lo compartieron. Me adelanto un poco pero, justamente, es completamente contradictorio con la idea que él desarrolla más adelante en la que explica cómo una obra no modifica la realidad de un barrio y the el ejemplo del colegio que fue construido en La Sierra el cual, según él, porque no the ninguna prueba, no consiguió cambiar la realidad de ese sector. Suponiendo que Margarita Martínez y Scott Dalton se hubieran enriquecido con el documental (suposición que me parece bastante alejada de la realidad) y hubieran invertido ese dinero en una obra el barrio ¿eso hubiera mejorado algo?, ¿estaría Barrientos más tranquilo si hubieran comprado pañales?, ¿ayudaría eso en algo de fondo?
Barrientos llega a culpar a Martínez y Dalton por la estigmatización de La Sierra, es decir, los culpa de la ignorancia y desconocimiento de este país y su imposibilidad de reconciliación. Yo diría, por el contrario, que si algo valioso logra este documental es mostrar que no todos los que están allá son matones y que, aún, el que podríamos considerar como el más temido no deja de ser un muchacho, simpático, dulce y preocupado por su comunidad.
En el siguiente párrafo Barrientos se aleja de su tesis central y aborda la necesidad urgente de erradicar la pobreza aceptando que hay un problema de desigualdad en oportunidades demasiado grande en el país.
Insisto ¿no es eso lo que muestra el documental?, ¿no es absolutamente impresionante presenciar a las adolescentes embarazadas, no, como creen todos, porque no tuvieron educación sexual sino debido a que ser madres se convierte en una posibilidad de vida? ¿No es acaso un destino que se ansía porque genera un proyecto cuando no hay otros posibles? ¿No es impresionante cuando Jesús explica que viven en un eterno presente que “futuro aquí no hay”?, ¿o cuándo Cielo se ve confrontada al hecho de que quizás, trabajando en una whiskería pueda obtener el dinero que necesita para vivir?
Ya hacia el final Barrientos se refiere sarcásticamente a los responsables del documental y los invita a darse una vuelta por la Sierra. Vuelvo e insisto, ellos vivieron un año de sus vidas compartiendo con sus habitantes para poder entregar un documento honesto y sensible de una realidad difícil y dolorosa, no entiendo la invitación a darse “una vueltica” como si no lo conocieran, no quisieran ir o como si, de verdad, uno resolviera hacer ese tipo de trabajos para enriquecerse y después irse a disfrutar de sus ganancias. Por último, Barrientos exhorta, a los que sí son, al gobernador y a la alcaldía a hacer algo por el barrio y, no lo resiste, cierra de nuevo acusando al documental al que califica de maldito.
Siguiendo su orden de ideas pareciera que el documental fuera maldito por haber visibilizado un conflicto y no reportar ganancias. Es decir que está mal mostrar la pobreza, mostrar el conflicto y la inequidad, y, peor aún , recibir reconocimientos por hacerlo. Cuando, como el mismo lo señala, lo indecoroso no es mostrarlo sino que exista.
Si de algo sirve, y tal vez a Barrientos le tranquilice saberlo, he trabajado el documental con mis alumnos, adolescentes privilegiados de Bogotá. Me ha parecido una herramienta útil y contundente para que conozcan un país que no existe en las calles por las que ellos se movilizan y que solo construyen con el imaginario, pobre, muy pobre, de los pocos noticieros que ven. Para la gente que cree que aquí todo está bien o que el mundo es blanco y negro, nada como este relato construido finamente por Margarita Martínez y Scott Dalton en el visibilizamos el drama que vive el país, a diario, en distintas zonas. Quizás, se puede pensar, que el hecho de que algunos jóvenes vean esto poco o nada sirve pero si consideramos que muchos de ellos serán los que manejen, algún día, los hilos del país creo que la cosa tiene sentido. Por otro lado, creo yo, la falla está en lo que los medios, críticos y analistas han hecho del documental, la subutilización del mismo, y el poco análisis que haya podido producir no es, me parece, responsabilidad de los realizadores.
Por último, creo que el morbo y la estigmatización están en los ojos del espectador, en la poca o ninguna crítica que desarrollamos a diario y en la realidad de una sociedad excluyente que hemos construido a pulso. Y a esto último, por desgracia, contribuyen este tipo de reflexiones, confusas y sesgadas.