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Si algo se puede decir de Christopher Nolan como director es que ha creado un estilo propio para  volver películas los temas que lo obsesionan.  Entre ellos están: la idea de que la realidad existe en la medida en que creemos en ella, es decir, nosotros  podemos decidir cómo construimos nuestra realidad.  Un ejemplo claro de esto se ve  en la siempre sorprendente Memento,  película en la que el personaje ha decidido seleccionar ciertos recuerdos (no me refiero al padecimiento que lo agobia sino a una interpretación posible de la película). Esa tenue línea entre lo que es real o no también la explora Nolan en El gran truco (The prestige). 

Además de esa inclinación por buscar los límites entre realidad y ficción, al director y guionista, Nolan  le gusta explorar a hombres atribulados que cargan un difícil pasado y buscan redimirse  Leonard (Guy Pearce) de Memento, Bruce Wayne (Christian Bale) de Batman Begins y El caballero de la noche, Alfred  (Christian Bale) en El gran truco,  y ahora Cobb (Leonardo DiCaprio) en El origen. (Dejo por fuera Insomnia  a pesar de tener muchos elemento comunes por no haber sido escrita por Nolan)

En esta recientemente estrenada película Nolan decide incluir todo lo que le gusta: una historia de amor difícil e inconclusa; una reflexión sobre la realidad propia que decidimos construir, la dificultad para afirmar con certeza qué es real y qué no; los remordimientos que taladran el corazón; la imposibilidad de trazar una línea clara entre el bien y el mal; la incapacidad para generar nuevos vínculos con otras personas.  Con maestría Nolan consigue llevarnos a un mundo propio de ambivalencias y dolores mientras los casi 150mns que dura la película transcurren sin que alcancemos prácticamente a respirar.

La historia se centra en el atribulado Cobb  interpretado por Leonardo DiCaprio, que hace rato demostró que puede encarnar sin ninguna dificultad personajes muy complejos. Cobb pertenece a una organización que puede ingresar en lo sueños de las personas, tener acceso al inconsciente y robar sus secretos más preciados.  A pesar de ser el agente más hábil, hace rato que su vida está fuera de su control y solo busca solucionar errores del pasado que lo han obligado a huir de su país y mantenerse alejado de lo que más ama: sus hijos.  Atormentado, obsesivo, con tal de solucionar su situación Cobb aceptará un reto que parece imposible, se espera, no que robe, sino que  inserte una idea en el inconsciente de alguien de tal manera que la persona crea que es una idea que tuvo por sí misma.  Acompañado de un equipo conformado por los mejores en sus respectivas funciones Cobb enfrentará el reto que terminará por definir su destino.

Se le crítica a esta cinta  que no consigue profundizar en la psicología de los personajes, con excepción de Cobb,  es cierto que poco o nada sabemos de  Ariadne (encarnada por Ellen Page, la joven actriz de Juno) cuyo nombre es un guiño al mito griego al ser ella especialista en la construcción de laberintos. Pero, creo yo, eso poco importa para la trama de la historia, en últimas, podríamos tener discusiones sobre si ella existe o no. La fuerza  de la película radica en los cuestionamientos y dudas que desea implantar en el espectador el cual, si lo desea, va a poder pasar largas horas  pensando en  diversos aspectos de la película que pueden tener múltiples interpretaciones.

Se trata entonces de un guión arriesgado y complejo  que  además, al ser llevado a la pantalla dio vida a hermosas secuencias de efectos especiales. Pienso especialmente en el enfrentamiento de Arthur en el hotel, que parece una danza  sin gravedad y que me hizo recordar la sorpresa ante los efectos en Matrix  que fueron replicados una y mil veces, sin justificación alguna,  en películas que no lograron aportar nada nuevo.  Destaco también, la escena de la camioneta  cayendo desde el puente que termina transformándose en una hermosa metáfora del paso del tiempo y de cómo la percepción que tenemos de él  no puede medirse con relojes porque no es la misma para todos, idea abordada en la literatura numerosas veces, pienso, sobre todo en El perseguidor de Cortázar, por citar solo una obra literaria.

Solo diría que me es difícil no encontrar similitudes entre La isla siniestra y  El origen, empezando por  su protagonista que carga una relación con su pasado bastante similar. Hubiera preferido que las dos películas no salieran el mismo año pero, por otra parte, esto demostraría  cómo  ciertos temas   están a la orden del día y que estamos lejos  de haber agotado la discusión sobre los mismos.

Claro que es posible encontrar  falencias o cosas para criticar en El origen, yo he decidido no quitarle ningún punto  por  tratarse de una pieza sólida que consolida la carrera ambiciosa de un director que ha logrado convertir en éxitos de taquilla temas filosóficos que no dejan de cautivar al hombre. 

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?