Siento que muchos dolores guardados emergieron de repente, muchos miedos, muchas lágrimas. Nunca es fácil abandonar lo que se conoce, lo que se quiere y esa mañana me levanté con la certeza de que algo había cambiado, de que la relación que había tenido hasta ese momento se había terminado.
No sé cuánto tiempo aullé, no sé durante cuanto tiempo regresé a ese estado casi animal pero ya estaba vestida y sentía la mano de Carolina tomandome la mía.
Supongo que cuento esta historia como conté la de los ruidos internos porque no deja de sorprenderme que siempre existan dos lados de una misma sensación. Porque no puedo evitar crear vínculos y siento que lo que lloré con desmesura ese día encontró su equilibrio durante este fin de semana.
Acompañada y feliz,rodeada de amigos festejando, sintiendo el aire caliente alrededor mío sentí, de nuevo, que no termino de redescubrirme y reiventarme… que el tiempo trascurre diferente cuando se está feliz y que la vida me ha premiado durante todos estos días con sorpresas y regalos maravillosos.
Y todo fluyó.
Cuando se está feliz el cuerpo se siente grácil y ligero y la boca se ve obligada a sonreir.
Bailas feliz….
En algun momento de la madrugada.. dentro de una piscina de agua tibia y tras el ambiente cargado de energía que había dejado la tormenta eléctrica que nos había sorprendido me sentí sobrehumanamente feliz…y entonces empecé a reirme… Al comienzo eran carcajadas de esas que lo agarran a uno a veces, pero cada vez se hicieron más fuertes, más y más fuertes y sentía que todo el cuerpo se me estremecía y que mi risa se elevaba por encima de la música, de las voces… que mi risa me conectaba con algo primigenio y feliz. Una risa plena y absoluta que limpiaba todo.
Y ahí estaba el cielo abierto…. el recuerdo de unas historias recientes y felices. El abrazo que me rodeaba y mi risa que lo llenaba todo y se abría como una promesa de felicidad.