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«I love this town” (amo esta ciudad) es sin duda la frase más dicha por el incansable Buck Howard mientras recorre las pequeñas ciudades de los Estados Unidos presentando su show de ilusionismo. Perdón, casi lo olvido, es el Gran Buck Howard, el único, el irrepetible ese que conoció años mejores y cuya suerte, no su magia,  parece haberse acabo tiempo atrás, siendo ahora una atracción de segunda para los medios y productores más importantes.

La película escrita y dirigida por Sean MCGinly se centra en el nuevo ayudante de este ilusionista, Toy Gable, interpretado por Colin Hanks (sí, es el hijo de Tom Hanks y este último hace de su padre en la película). Troy ha decidido interrumpir una tal vez exitosa carrera en derecho (digo tal vez porque ¿quién puede ser bueno en algo que no le gusta?) para encontrar su camino. Su intención es convertirse en escritor pero antes necesita un trabajo y ser el nuevo ayudante de este excéntrico le parece una buena oportunidad. No tarda Troy en estar recorriendo el país con este ser solitario, resentido y particular y si se queda ahí no es por los gritos del temperamental Howard, ni por los recibimientos en las ciudades; se queda porque algo termina por seducirlo de ese personaje contradictorio y ese algo, ese misterio que se le escapa parece condensarse en el último acto que Howard suele hacer en cada presentación, cuando encuentra sin  pistas, sin ayuda, la paga de la noche en algún lugar insólito en donde ha sido escondida por el público.

Van a suceder muchas cosas durante esta película: aparecerán personajes secundarios entrañables desde su miseria y soledad, que buscan colgarse del brillo ajeno para tener un instante, un momento de reconocimiento; visitaremos esos teatros de suburbio donde se reúne la gran clase media que compone los Estados Unidos; seguiremos a Buck Howard encarnado en un impecable John Malkovich, completamente creíble, recorrer el camino que lo llevará de nuevo hacia la fama pero, y eso es sin duda lo más fantástico de esta película, seremos testigos de que no siempre lo que se desea con mayor ansiedad es aquello que nos proporcionará la felicidad.

Por otro lado, no será difícil que el espectador se  sonría con la crítica a los programas de actualidad, a lo absurdo y efímero que son los instantes de gloria en estos tiempos modernos. También es probable que se compadezca de Troy, o de Buck o de ninguno porque la película no busca el melodrama  muy por el contrario terminamos sonriendo en momentos muy tristes y muy probablemente  encontraremos  hermosa esa mirada sobre la desdicha de aquel que lo tuvo todo y lo ha perdido, sobre el narcisismo que tapa nuestra propia desilusión y el as que tenemos bajo la manga: ese que nos devuelve a nosotros mismos y a nuestras creencias más profundas.

Cada cual seguirá por su lado, pero Troy no estaba equivocado, en ese escenario, en ese truco de magia había algo que él necesitaba aprender y que será suficiente para poder continuar buscando su propio camino.

comentarios

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?