Retomando el hilo después de días de ausencia.
No hace mucho vi el documental que realizó Madonna «Voy a contarte un secreto» sería la traducción literal. Esta mujer que ha sabido conservarse vigente década tras década, esta mujer que no duda en reinventarse y redescubrirse explora durante varios minutos su mundo íntimo durante una gira que realizó por Europa: la contratación de los bailarines, las arduas jornadas de entrenamiento, su vida familiar, la crianza, el matrimonio, sus inquietudes humanisticas, etc.. son abordados de manera fresca y desprevenida.
En un momento Madonna dice que vive en una jaula, una jaula debido a su trabajo y a sus múltiples ocupaciones, pero aclara después que por lo menos esa jaula está llena de luz y las palabras vienen acompañadas por la imagen del escenario iluminado.
He pensado mucho en eso, en cómo vivimos en jaulas, es cierto y sería difícil, si no imposible, de evitar. Construímos límites, los necesitamos, paredes y techos para protegernos. Se necesitan estructuras sólidas. Con el paso de los años adquirimos responsabilidades, ladrillos que terminan por formar el muro. No vivimos libres del todo abandonados al azar o, por lo menos, yo no vivo así. Sin embargo me gusta mi jaula, me gustan mis barrotes construídos con palabras, las caras de mis alumnos, el amor de mis amigos, las risas de mis hijas, el tapete del piso, la vista desde la ventana y las infinitas puertas que abren los libros que mantienen el lugar aereado.
Desde mi jaula comparto un poema de María Mercedes Carranza que me repetí mentalmente por estos días.
ODA AL AMOR
Una tarde que nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca,
precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos antiguas.
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper retratos,
barrerlo todo, y seguir viviendo.