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El techo del aserradero está roto.

Me imagino que cuando llueve el agua se cuela por todas partes, moja la madera apilada. En este reino de madera a nadie parece preocuparle esta enorme abertura.

Cierro los ojos para sentir el aroma penetrante del pino. El olor del aserrín fresco me trae  recuerdos de infancia. Recuerdos apenas tangibles, que no logro materializar de todo pero que me hablan de tierra y campo, de largas tardes perezosas de mirar el cielo sin preocupaciones mientras se mecen los árboles a lo lo lejos y algunos pedazos de aserrín se me han pegado al saco.

En este aserradero desvencijado consigo la madera que necesito y con habilidad el señor que me atiende, a quien apenas le entiendo lo que me dice, corta las láminas con rapidez. En la pequeña oficina pago y veo una foto del mismo sitio en el que estoy. Una foto ampliada de la fachada en todo su esplendor,  un pasado sin agujeros en el techo, un recordatorio de aquello que fue y que hoy se ha ido para siempre. 

 

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?