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Hace años escribí una reseña sobre esta novela a la que le dediqué muchas horas mientras realicé la tesis de mi  pregrado. La reedición que acaba de hacer Alfaguara fue una buena excusa para recuperarla del olvido y actualizarla.

La reedición de En diciembre llegaban las brisas de Marvel Moreno, hecha por Alfaguara, es, sin duda, una de las grandes noticias en el campo editorial del año pasado. Esta novela finalista del concurso Plaza y Janés de 1985, editada por esa editorial en 1987 y reeditada (pero sin el epílogo) por la extinta editorial Norma en el 2006 no había vuelto a circular en el país.

Mientras en Europa, particularmente en Italia y Francia, se realizaban coloquios, conferencias y se publicaban artículos sobre esta escritora costeña, en Colombia ante la mención de su nombre algunos levantaban la ceja y decían, “¿Marbelle? ¿La del collar de perlas finas?” (y no es un chiste que me acabo de inventar, en realidad me pasó muchas veces cuando hice mi tesis de literatura sobre ella). Dudo que semejante confusión vuelva a ocurrir ahora que los lectores van a poder acceder a esta extraordinaria novela.

La historia se desarrolla en Barranquilla durante la mitad del siglo pasado. La narradora es Lina Insignares, una suerte de alter ego de Marvel, que escribe desde París sobre esta ciudad de la costa a la que no ha regresado. El personaje había aparecido anteriormente en otros cuentos de la autora y se perfilaba desde entonces como lo que será en el libro: consciencia y mirada. Lina es la mujer que toma la decisión de narrar la vida de otros, de intentar explicar lo que sucedió con tres de sus amigas: Dora, Beatriz y Catalina, y quienes las rodearon.

Allí están las máscaras del carnaval, las mentiras sociales, la necesidad de aparentar, las casonas elegantes del Prado, los inmigrantes que intentan adaptarse al calor del trópico…Hay personajes que logran escapar a la tela que se teje entorno a ellos en esta ciudad calurosa en la que, a veces, es difícil pensar. Otros, la mayoría quizá, son víctimas de sí mismos.

Marvel tiene una escritura ágil y envolvente. En ella, de una u otra forma, nos dice que la única manera de entender el presente es navegando hacia el pasado, adentrándonos en las redes que han ido tramando, poco a poco, el porvenir.

Lo terrible es que en ese pasado, en esencia, hay temores y miedos, cadenas trasmitidas de generación en generación que han terminado por asfixiar a alguien. Es por eso que los personajes de Marvel no son inocentes: traen consigo la pesada carga de un pasado que, aunque los marca, desconocen. La sociedad emerge como una red compleja de historias familiares, de temores y prejuicios aprendidos que busca lograr el equilibrio controlando a los que intentan romper los parámetros establecidos. En el caso de Dora, a quien se la condena por poseer una sensualidad natural, por seguir los impulsos de su cuerpo y adentrarse sin temores en la exploración de los sentidos y el placer.

Las mujeres de Marvel padecen, sufren; desprovistas de la consciencia de su propio poder se entregan a un destino que no es el escogido y terminan desoladas y tristes. Otras, por el contrario, se levantan para enfrentarse al juicio externo, asumen con valentía su destino y son capaces, como lo es Catalina, de tejer los hilos necesarios para deshacerse del marido opresor.

Lo doloroso aquí es que no hay víctimas o victimarios. La novela no es otra cosa que es un canto doloroso a una sociedad de personas oprimidas, incapacitadas para amar. En esta población caribeña, caliente y sensual se pierden los corazones, se llenan de rencor y pasiones oscuras, el placer se ahoga. Sin embargo, durante el calor sofocante llegarán las brisas de diciembre y algunos, unos pocos, conseguirán redimirse.

 

Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?