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LLevo semanas pensando en la entrada que quería dedicarle a Cerati. Tras años de vivir escuchando su música, viendo sus presentaciones en Bogotá, que solían ser numerosas, es difícil imaginarlo acostado en una cama, inconsciente.
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Las redes se inundan de mensajes de apoyo producidos por artistas reconocidos (como lo hizo Shakira en el día de hoy), no solo estos escriben mensajes diarios para él, sus fanáticos regados por el planeta lo hacen con insistencia. De seguro a muchos de ellos les ocurre como a mí que me cuesta escuchar su música desde que él se encuentra en coma porque, de repente, todas esa letras que están cargadas de recuerdos y sentidos tienen todas el mismo dejo de tristeza y melancolía.

Tal vez lo peor es saberlo detenido, inmóvil, él que fue puro movimiento. De seguro no hubiera escogido esa suerte para sí mismo. Ahora depende de otros para continuar vivo, paradójica suerte de alguien que escogió vivir en el límite, en la búsqueda, lejos de la rutina y la dependencia.

Fui a muchos de sus conciertos, como la vez que lo vi casi desde atrás batiendo sus brazos como alas mientras cantaba La ciudad de la furia, hace tantos años que pareciera ser otra vida.
Hace un tiempo tuve la posibilidad de cruzar con él unas palabras, durante una de sus visitas a Bogotá, no me cayó muy bien durante esos pocos segundos y no me gustó que esa imagen real tomara el lugar de la otra que yo había creado a través de los años, una imagen compuesta de música y letras que no necesitaba nada más para existir en mi vida y acompañarme. El contacto que establecemos con una obra, puede, por creces, superar el que tendríamos con el autor de la misma (Ribeyro ya lo había dicho mejor en uno de sus cuentos).
Sea como sea pienso mucho en él. No le escribo mensaje en las redes creadas con ese fin pero de tanto en tanto entro en su página oficial, leo el parte médico, la última novedad, y no puedo evitar sentir que la historia ya está escrita y que no habrá final feliz para este caso. Escucho su música con ese sentimiento extraño de nostalgia anticipada por todas las canciones que siento ya no podrán salir de sus labios. Lamento ser fatídica y me siento mal por eso pero el panorama se ve desalentador.
El once de agosto Cerati cumplió años, le deseo que esté atrapado en un sueño hermoso y tranquilo, donde escuche la música que le guste y las cargas de este mundo ya no existan.
 
Alguna vez caminé por la séptima con un regalo para él bajo el brazo que dejé en la recepción de algún hotel y que quién sabe si alguna vez recibió. Por todo lo que pensé durante ese recorrido, por lo mucho que le latió el corazón a esa que fui mientras entregué el paquete y la emoción insólita que sentí durante uno de los conciertos de Soda en el coliseo cubierto, solo por eso Cerati,(a quién prefiero recordar así) se merece mis mejores deseos y mi agradecimiento infinito.
Diana Ospina Obando

Diana Ospina Obando

Escribir, leer, ver películas, viajar...¿me faltó algo?